Amarillo fosforito como el sol de primavera

20.000 personas disputan la Cursa dels Bombers en una jornada marcada por las altas temperaturas

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Una marea, ataviada de riguroso amarillo fosforito, ha inundado esta mañana las calles del centro de Barcelona. Bajo un sol de justicia (25º nada menos), 20.000 personas tomaban la salida de la Cursa dels Bombers. Y batían sin proponérselo el primer record del día, el de participación, en una prueba que se supera en cada edición, pero que ya comienza a vislumbrar que ha tocado techo.

Las inscripciones se habían agotado un par de semanas antes de darse el pistoletazo de salida, un dato indicativo del fervor popular que se ha desatado con la práctica del running, y de la importancia que está adquiriendo un deporte que tenía, hasta ahora, una  de sus ventajas en lo barato que resultaba. A la Ciudad Condal le ha entrado el gustillo de transformar el tradicional paseo dominical en un desafío personal en el que se pone en la picota la lógica que separa la distancia y el tiempo (y a la vez se intenta salir vivo del intento). Y esa tónica parece ya definitiva.

Un hecho que no ha pasado desapercibido para las marcas deportivas, que han visto en el auge del deporte de la zapatilla un suculento territorio donde poder hacer su agosto. Y que mejor manera de promocionarse que ir a buscar directamente al cliente apadrinando carreras populares.

Haciendo un repaso de las últimas ediciones de las principales carreras que se disputan en la ciudad tenemos que Adidas ha hecho acto de presencia en la Cursa de la Mercè, Mizuno en La Maratò, Asics en la Jean Bouin y Nike en la prueba que nos ocupa. Todas quieren su porción del pastel.

Y es que, visto en frío, seguramente no haya mejor banco de pruebas para las tendencias deportivas que tener a miles de personas haciendo de modelos involuntarios del último diseño confeccionado, cual pasarela Gaudí. Y este año en la Cursa dels Bombers se lleva el amarillo fosforito (o fluorescente, esa denominación seguirá siendo un debate eterno) adornado con una tipografía con un fuerte ramalazo del estilo grafitero de Banksy. Un color llamativo que viste mucho en las alturas y que, como cada año, tiene una ligera variación por género en el color de las mangas (blancas ellas, negras ellos), además del obvio del corte.

Aunque no son todos los que se dejan engatusar por los cantos de sirena de las últimas tendencias. Siempre hay disidentes que intentan mantener vivas algunas tradiciones del corredor popular, a pesar de que tengan que superar un procedimiento algo engorroso para conseguirlo. En la Cursa dels Bombers el dorsal está impreso en la camiseta y y para evitar la picaresca de que corran varias personas con el mismo número (y sin pasar por caja), hay que devolver la prenda hasta nueva señal a cambio de la típica numeración en papel.

Y entre esas tradiciones aún pervive el sabio consejo de no usar nunca ropa nueva en una carrera. Son muchos los que creen que la camiseta que se regala en una prueba se debe estrenar oficialmente en la siguiente carrera, tras dos o tres usos previos. Y tenían hasta hace bien poco un argumento de peso: las rozaduras han sido uno de los mayores incordios que siempre han tenido que hacer frente los corredores primerizos, con unas prendas en guerra con su peculiar epidermis. Ahora con tejidos más sensibles y transpirables, esta costumbre comienza a mutar a leyenda urbana quedando marginada casi exclusivamente al uso del calzado.

Y también hay un grupo, no pequeño, de reticentes que prefieren mantenerse fieles a sus colores queridos, por amor a una camiseta fetiche, o porque es el icono que da sentido a una comunidad deportiva. Incluso, en algunos casos, la camiseta se convierte en algo parecido a un libro de autoayuda, con esos slogans a lo Paulo Coelho que pueden invitar al cinismo en un principio, pero que después del sacrificio deportivo adquieren toda su razón de ser.

Pero más allá de soliloquios sobre modas y negocios, la Cursa dels Bombers debe su bien ganado prestigio a su modélica organización y a la cantidad y calidad de sus servicios, de los más rutilantes de todas las pruebas de la ciudad. Un montaje estructural que hace de salida y meta digno de grandes acontecimientos (con una pantalla gigante, torres de sonido que harían palidecer de envidia a alguna sala de la ciudad y hasta banda en directo), controles cada 2’5 km., aplicaciones para Ipod y Android exclusivas para la carrera, puntos de animación constante para animar a los participantes… Y la presencia de astros estatales para elevar la reputación de la prueba como la plusmarquista en 1.500 m. Natalia Rodríguez o el actual subcampeón europeo de maratón Chema Martínez.

Precisamente el atleta madrileño, que a última hora causó baja, protagonizó una de las anécdotas de la jornada cuando tomó el micrófono y empezó a dar ánimos a los miles de participantes que se agolpaban como podían en la Avenida del Marquès de l’Argentera (hubo cierta saturación en la zona de barquetas ante tanta demanda),  justo antes de la salida. «Hace ocho meses besé aquí la gloria», recordó Martínez, rememorando su gesta en el Europeo de Barcelona y su idilio con la ciudad.

Aunque para momento curioso, el protagonizado por The Bon Scott Band, una magnífica banda tributo de los geniales AC/DC, que dieron el pistoletazo de salida a golpe de riff del Thuderstruck. Rock y deporte que irían bien unidos de la mano si no fuera porque tenían a un Angus Young algo entradito en carnes que destacaba más por su prodigiosa agilidad digital que por sus costumbres atléticas.

Y a partir de ahí la carrera transcurrió sin incidencias remarcables, más allá de un calor acuciante que pesó en demasía a la hora de hacer marcas.

Natalia Rodríguezno dio lugar a la sorpresa y se hizo con la victoria en la categoría femenina con un tiempo discreto (35 minutos y 25 segundos) que es más de un minuto peor que su cuarto puesto de hace justo un año. Meritxell Bonet y Silvia Ferrer fueron segunda y tercera, respectivamente.

Por su parte, Ayad Lamdassem venció en la categoría masculina (empleó 30 minutos y dos segundos), pero se quedó a casi tres minutos de la marca del ganador del año pasado. Con ese tiempo hubiera firmado un quinto puesto en la pasada edición. Le acompañaron en el pódium Daniel Pérez y un Pol Guillén que a pesar tener problemas de flato, que le impidieron luchar por la victoria, firmó una estimable tercera plaza.

Y todos los que venían justo detrás sufrieron por igual (hubo algún que otro desfallecimiento) los designios de un sol que quiso acompañar a la marea amarilla con demasiada efusividad. Tanta, que será recordada como una de las Cursa dels Bombers más calurosas de sus trece ediciones

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