Queridos Reyes Magos,
Creo que por una vez, y sin que sirva de precedente, me he portado bien: ayudé a cruzar la calle a algunos niños y abuelos haciéndoles de liebre en sus primeras carreras, me preocupé por el estado de salud de alguno que por la calle se emborrachó de ambiciones y apenas podía llegar a meta, limpié la mesas tras la cena desmontando el tinglado de una prueba y recogí, no sin echar pestes, la basura de esos amigos que montan la fiesta en la montaña pero que no se acuerdan de devolverle el favor dejándola limpia.