El mundo se viene abajo, Monotonix

El artículo aún más sintetizado aquí.

Lo tienen todo: una procedencia éxotica y un curriculum de desastres escénicos que ni Spinal Tap, una imagen de depravados sexuales a medio camino entre el desmadre setentero y su parodía a lo Freak Brothers, un reguero de trallazos de rock puro y primitivo que buscan el KO técnico a golpe de riff. Y el directo más bestia que uno se puede echar a la cara. Y aún así los israelíes Monotonix continúan siendo the next big thing. El trío más cafre y menos valorado del garage rock. Hasta el punto de ser listados a las siete de la tarde de un jueves en el último Primavera Sound. Auténtica kriptonita para un grupo que apuesta por reventar esa barrera que separa al músico del fan y que necesita de este para que sus conciertos muten a bacanal de sudor, desnudos, empujones y rabia. ‘Not yet’, su segundo disco, con Steve Albini a la sombra afilando riffs, y la promesa de que pocas cosas son comparables a ver como aporrean una batería encima de tu cabeza, deberían ser ya argumentos definitivos para ganarse el fervor que se merecen. Luego ves a Jet…  y maldices la ESO.

Monotonix (BeCool, 1 de marzo)