Ellas te dieron la vida y sacrificaron la suya para que crecieras sano, con una mínima educación y un próspero futuro, y tú vas y te conviertes en un runner que le hace ascos a algo tan sagrado como es la comida de tu madre. Así que apunta: ellas no tienen la culpa de que con la tontería del correr te hayas convertido en un completo gilipollas cada vez que te ponen un plato encima de la mesa…
Este post es para reivindicar el papel nutricionista de las madres, que equilibran tu desequilibrio físico y, sobre todo, mental de querer rascar esos dos segundos al crono que no consigues a base de patearte las calles. Hoy entraremos en la psique de una figura que ve a cada muy tanto a su hij@ independizado y que cree que no hay mejor manera de recuperar el tiempo perdido que rellenándole el buche como si fuera el pavo de Acción de Gracias.