
Asumámoslo. La Cursa de l’Amistat, como tal, como tarro de las esencias del atletismo popular en su vertiente más altruista, tuvo su último y emocionado capítulo en 2019. Se anunció así, lo sabíamos todos y se homenajeó ese día a la familia Mates, que ya os digo que jamás será suficiente el reconocimiento y estima que se les ofrezca porque durante cuatro décadas hicieron inmensamente felices a un buen puñado de corredores, entre los que me incluyo (para mí, la mejor carrera del mundo). Es el recuerdo que me llevaré siempre y que para mí se cerró hace tres años.
Dicho esto, también se sabía que daban un paso al lado y cedían a una organización (que había colaborado en alguna de las últimas ediciones) la posibilidad de crear otra carrera con base al circuito clásico de referencia, pero con su propia identidad.
Esa otra carrera es la Montjuïc al Tibidabo, con algunos cambios en el recorrido (ya no acaba dentro del parque de atracciones -una lástima, era un icono-, pero se añade una bajada a Santa Maria de Vallvidrera que le una vuelta de tuerca muy interesante a la prueba -y queda más cerca del transporte público-) y convirtiéndose en una prueba de pago.
Y no niego que aquí es donde para muchos está el meollo de la cuestión, pasar de prueba gratuita (pero con unos costes que asumir y por el que cada año la familia Mates debía de hacer un laborioso encaje de bolillos… Nada es gratis aunque a ti te salga así) a apoquinar inscripción (y de 30 euros, quizá a un precio más reducido no hubiera habido tanta polémica).
Pero, bueno, es un debate que da para una buena tarde y… como es habitual en mí, voy justísimo de tiempo. Tanto que casi no llego a la hora para publicar este Consejos Exprés que me habíais pedido varios de vosotros. Ahí va.
Gracias a Carlos Sánchez, Fernando Yika, Josep Mª Fuentes, Silvia Grífols, Pako Pota y Gemma Lara por varias fotos de esta entrada.
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