
Según los anuncios publicitarios sólo existe una manera perfecta de correr bien, un exclusivo modo de entrenar efectivo y una única forma de actuar correcta para que se nos pueda tipificar como un corredor de tomo y lomo. Y todos los que no cumplimos esos cánones somos unos torpes y desviados de cuidado. Bueno, pues proclamo la anarquía de fondo y formas. Porque, reconozcámoslo, estamos más cerca de la Phoebe de Friends que del añorado Rudisha. Y no pasa nada.
Todos queremos tener el semblante alegre y brillante de esas fotos promocionales de las marcas deportivas (cero esfuerzo y nada de agonía, todo velocidad de crucero, felicidad máxima y guapura radiante) y aunque hay algun@ que está tocado por la magia de la fotogenia incluso en las más extremas situaciones lo más probable es que en el 99% de los casos, el del mundo real del “maldito el día que me apunté bravucón a una maratón”, nuestra técnica de carrera se vaya descomponiendo en una prueba atlética al mismo ritmo que nuestra dignidad si hay alcohol en la mesa más que emparentarse en esos anuncios publicitarios epatantes que bombardean hasta el más intimo rincón de tu intimidad.
Todos nos intenta vender una verdad que de tan perfecta se nota a la legua que es mentira, pero lo que para esos maestros del pensamiento único es un error garrafal, para mí eso es simplemente tener personalidad propia. Así que lo grito a los cuatro vientos: aquí tenéis a un orgulloso de arrastrarme por las calles y de demostrar que de nuestras contraproducentes peculiaridades podemos sacar las mejores técnicas de carrera.
Que sí, que la técnica de carrera se entrena, pero cuesta tanto sacrificio que es mejor convencerse que tu estilo no es raro sino que es especial. Ah, por si os pica la curiosidad: yo soy militante acérrimo de las técnicas 1 y 2 y muchas veces caigo en la 5.
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