Todos llevamos un picón dentro (que no picor, eso ya surge en la adolescencia y tiene fácil solución: bromuro, terapia de grupo, fotos de vendedores de Herbalife en bolas). Aunque lo queramos evitar nuestro bien inoculado espíritu competitivo nos lleva a trabar telequinésicas batallas con cualquier persona que nos rodee y en cualquier ámbito de la vida: ya sea entregando el trabajo de final de curso más pulcro, aportando el más sabroso ágape para esa cena entre amigos o probando nuevas, aparatosas y peligrosas posturas con nuestra pareja con tal de que se olvide de una vez por todas de ese fucker que tiene de ex novi@.
Somos jodidos seres competitivos y cuando perdemos una posición entrenando o en una carrera popular nos hundimos con más tragedia y bombo que el Imperio Romano. ¿Que no? Pasen y vean.