Dos años después, y una pandemia por el medio, los popus volvemos a colocarnos un dorsal en la Maratón de Valencia.
Ya totalmente consolidada a nivel mundial entre las cinco citas más rápidas del mundo en la distancia de Filípides sigue siendo una carrera que ha sabido crecer exponencialmente sin dejar ni un cabo suelto: crear un circuito atrayente donde prima la rapidez (este año remozado de nuevo) y las marcas pero que, a su vez, intenta evitar que resulte poco vistoso (hay tramos muy bonitos, los km finales son de lágrima), proponer siempre nuevos y mejores servicios y dar solución rápida a los errores para evitar que estos se enquisten, conseguir que los valencianos de a pie la sientan como suya y salgan a la calle a animar como si no hubiera un mañana, atraer sponsors (damos la bienvenida a New Balance, le hacemos la ola a Luanvi y sus brillantes camisetas que nos han acompañado hasta ahora) y mecenas para tener los recursos suficientes para poder dar a luz todos los avances propuestos (sin pasta, por mucha imaginación, voluntad e ideas que tengas, no haces nada) y conseguir la cuadratura del círculo: que población, corredores, estamentos municipales y organizadores vaya a todos a la una.
Hasta aquí los elogios. Ahora lo que realmente nos tiene en vilo a la mayoría de los corredores: ¿y esto cómo se corre? Pues, bueno, yo solo puedo aportar mi experiencia como corredor popular (o sea, justita y limitada) y participante pasado y futuro (¡ahí nos vemos este domingo!). Pero esta vez he tenido la suerte (y en muchas otras carreras también sucede y os lo agradezco un montón) de poder apoyarme en alguien que se la conoce al dedillo; en este caso mostrar de nuevo mi agradecimiento a Julio Belmin (media entrada es gracias a él), que la ha corrido varios años en plan competitivo o haciendo de práctico. Allá vamos.
Mucha fuerza y disfrutarla al máximo!
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