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Carta a los Reyes Magos de un corredor cualquiera

Reyes Magos

Queridos Reyes Magos,

Creo que por una vez, y sin que sirva de precedente, me he portado bien: ayudé a cruzar la calle a algunos niños y abuelos haciéndoles de liebre en sus primeras carreras,  me preocupé por el estado de salud de alguno que por la calle se emborrachó de ambiciones y apenas podía llegar a meta, limpié la mesas tras la cena desmontando el tinglado de una prueba y recogí, no sin echar pestes, la basura de esos amigos que montan la fiesta en la montaña pero que no se acuerdan de devolverle el favor dejándola limpia.

También intenté no mentir, ni mentirme, con mi supuestas capacidades atléticas (ya sabéis, sus majestades, que siempre he sido de raspar el aprobado por pura pena). Por desgracia o por suerte ya sé dónde están mis límites, y decidí ofrecer a los que me rodean el calor del fuego antes que vender su humo.

Supe esperar mi turno en la cola para subir al bus que me lleva al cole aunque eso me costara no salir desde el cajón de salida que algunas veces creo equivocadamente que merezco. Evité tomar el camino más fácil para convertir ese suficiente en un notable injusto al negarme a subirme a bordillo alguno y perjudicar a los vecinos y al resto de corredores. Y he aprendido que cuando me toca hacer un trabajo colectivo este no significa que tenga barra libre para aprovecharme del ritmo de otro sin ofrecer nada a cambio.

Tuve días regulares, días malos y días directamente funestos, y los acepté sabiendo callar a tiempo y dejando que esa furia se convirtiera en gasolina para arrancar el motor de mis piernas y no en ira dirigida a los que me rodean.

Vale, hubo muchos días que preferí quedarme en el recreo y no aprender nada,  salí de juerga o retocé con la cama, y eso seguramente repercutió en que mis resultados no fueran nunca excelentes, pero no voy a renegar de ello: sus majestades me pidieron que simplemente fuera bueno, y lo fui de actitud.

Y hubo momentos en que me di cuenta del peligro que existe de que una afición se acabe convirtiendo en una obligación y al final hice novillos en un par de carreras: no fue por una cuestión de vagancia o de que no me supiera la lección,  simplemente mi cuerpo no daba para más y me negué a que me esclavizasen. A veces hay que saber decirle no al amor de tu vida.

Y sé que sigo siendo incapaz de admitir las coles de Bruselas en mi dieta alimenticia, aunque sean básicas para crecer como corredor, pero es que eso de hacer series supera la fuerza de voluntad del más vegetariano o minimalista. Lo mío no es empollar o hacer los deberes a raja tabla.

Admito que no he hecho caso de los profes y siempre he preferido curtirme en la Universidad de la calle dando zapatazos arriba y abajo. Seguro que ahora sería un corredor de provecho si me hubiera pillado por banda uno de esos maestros motivantes, pero nunca me fue la vida en ello. No soy el mejor estudiante pero, a mi manera, progreso adecuadamente.

Para este próximo año no te voy a pedir mejorar mi marca personal, para eso ya sé que hay sólo me quedan dos opciones: entrenar duro o poner una vela a la Virgen de Montserrat, y aunque siempre he sido más de ciencias comienzo a aferrarme cada vez más a los milagros. Tampoco ningún regalo material (ahora, no haría ascos uno de esos chulos GPS que seguro que alguno de vuestros pajes guardan en sus sacos), sólo espero que las piernas sean mis mejores compañeras de viaje, no dejar nunca de disfrutar haciendo el cafre por la calle y seguir sintiendo las mismas ganas de aventura de un crío al calzarme las bambas. Tampoco pido mucho, ¿no?

 Un corredor cualquiera

PD: Acordaros del GPS, que acabo de comprobar que aún me queda algo de cloroformo en la nevera justo al lado de la leche (sí, es una amenaza).

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