Las mejores cosas de la vida no son cosas (“Això fa pensar”, se escuchó ayer). Del mismo modo, las mejores carreras no son carreras, son las experiencias que asocias a ellas.
Y es que para que una carrera sea fabulosa no hace falta que te inunden a regalos, que avancen tecnológicamente para que todo lo tengas a mano o que te pongan el babero y te hagan el avión con la cuchara para darte de comer. Solo es necesario que se de una comunión que en muy contadas ocasiones acaba cristalizando: el amor del que la crea, la entrega de los que ayudan a que este milagro se produzca, el cariño en la respuesta de los que la disfrutan y son conscientes que esto es algo que hay cuidar como si fuera un hijo propio.
Porque a veces es necesario que te recuerden que el elemento primordial de correr es el de llegar de un punto a otro y si puede ser, en buena compañía. Eso pasa aquí, una reunión de amigos en la que muchos de ellos ni se han saludado en su vida pero que al llegar al castell del Montjuïc saben que algo les une. Una pasión por hacer algo tan sencillo que ningún libro hasta ahora ha sido capaz de explicarlo. Porque no se escribe, hay que sentirlo.
Ya me dirás en cuantas carreras te recogen por el camino con la furgoneta para ahorrarte ese viaje a pie hasta la salida, la línea de meta es un “ya puedes frenar aquí”, o te piden que traigas agua y dulces para repartir entre todos los corredores.
Pues en muy pocas, la verdad. Y eso es algo que espero que no se pierda nunca. Correr por el simple placer de correr.
Hoy no he ido a una carrera, hoy he ido a la Cursa de l’Amistat que es mil veces mejor que eso.
RELACIÓN CALIDAD/PRECIO: 10
MI NOTA*: 10
*POR SUPUESTO, SUBJETIVA A MÁS NO PODER Y VARIANDO SEGÚN LA OPINIÓN DE TODOS VOSOTROS.
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Fotos de la cursa de l’Amistat 2015
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Álbum de fotos de la Cursa de l’Amistat