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Estar lesionado es una puta mierda

CORRER LESIONADO NOT FOR YOU

Estar lesionado es lamentarse continuamente de todos los días que decidiste no salir a correr (aunque el motivo fuese de lo más razonable y mucho más motivante que atarse las bambas). Es culparte de no haber degustado más todos esos jornadas aburridas que te tiraste a la calle a trotar por puro compromiso, por cumplir un trámite al que solo tú te has obligado.

Es no haberte exprimido ahora que ves que todo el trabajo se va al garete (y es falso, siempre queda la base, pero el drama debe ser lo suficientemente intenso para interiorizar que solo a-ti-te-su-ce-de). Es estar cabreado contigo mismo por no haber hecho las cosas bien justo en el momento en que tocaba hacer, por una vez, las cosas bien.

Estar lesionado es, desgraciadamente, contemplar justamente ahora un mundo ideal que no se ajusta a esa pasada realidad pero que, a pesar de su clamorosa mentira, te escuece no haberlo disfrutado en su esencia.

Es ver más voluptuosa que nunca la sinuosidad de la media montaña, más apeteciblemente salvajes los callejones que no te llevan a ningún lado interesante, más vertiginosos los precipicios a los que jamás has profesado ningún tipo de miedo, más irresistible que nunca la inmensidad de la soledad del mundo libre rodeada por una multitud que repiten tus mismos paseos… por las mismas zonas.

Estar lesionado es mentirte constantemente. Es querer volver atrás para recuperar un futuro que realmente no comenzará a escribirse hasta que aceptes que carburará con dos marchas menos de las que a ti te gustaría.

Estar lesionado es muy diferente a no querer salir: es verte castigado en clase a la hora del recreo aunque allá afuera lo único interesante que ibas a hacer era chutar piedras.

Es el temor hipocondríaco a que ya nada volverá a ser como antes aunque te aseguren que lo tuyo es de lo más normal del mundo y, a la vez, un serio aviso de lo que no debes volver a repetir. ¿Normas? Mierda, a partir de ahora ya no será lo mismo. Correr, para mí, era el summum de los hábitos de la gente descerebrada. Y deseo con toda mi fuerza que siga siendo así.

Estar lesionado es convertirse en un puñetero llorica con el sempiterno ¿por qué a mí? cuando la respuesta es que en el 90% de los casos te lo has buscado tú solito. Es rebañar consuelo en los que te rodean y en la auto compasión con el que esperanzas una pronta recuperación. Y no. No va a suceder eso. Los plazos están para cumplirse.

Estar lesionado es romper una relación por tu mala cabeza y no darle importancia… hasta que te das cuenta que ahí residía tu vida y que tus aspiraciones futuras eran pura ciencia ficción. Es querer volver a retomarla y acojonarte por si ella decide ahora que no le interesas (spoiler: volverá, le interesas y mucho). Es aceptar que se te abre la luz al asumir que la armonía es mil veces mejor que el polvo destelleante. Aunque un buen polvo…

Nada, que me subo por las paredes, y que si pudiese atarme las bambas ahora mismo me follaría el planeta entero aunque al final no llegase más allá de los confines de mi barrio.

Estar lesionado es una puta mierda.

He dicho.

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