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Maratón: Pautas mentales

SIN MIEDO NO HAY AVENTURA BARCELONA 2015

Siempre es la misma historia: queda un año y nos ponemos bravucones con el reto de emular la epopeya de Filípedes, la dificultad es algo que nos resbala, podemos conquistar el Everest si nos lo proponemos. A seis meses apartamos la bravata y abrazamos la valentía, esto comienza a parecerse un reto y en la banda sonora de nuestro ánimo sólo suena el We are the Champions de Queen.

A falta de tres comienzan a asaltar las dudas, pero siempre convencidos de que ese sacrificio que aún no hemos comenzado a practicar va a valer la pena.

A dos se nos comienza a tirar el tiempo encima y a acumular los deberes, se suceden las modificaciones en nuestro plan maestro y lo empezamos a barnizar con trazos más realistas; ya no reventaremos el firmamento ahora sólo se trata de de salir vivo del marrón en el que nosotros sólitos nos hemos metido.

Y en el último mes la épica se ha ido al carajo y comienza la dictadura del «¿cuando se me ocurrió a mi enfrascarme en semejante berenjenal?»; sabes que ya es demasiado tarde para dar marcha atrás y entras en una espiral de pánico acelerado que en un visto y no visto te coloca en la línea de salida de tu una vez ansiado maratón.

No pasa nada, te ocurre a ti, a mi y al 90% de esa generación de corredores tan ilusionados como temerosos de dejar una muesca personal en el mundillo del running  (el otro 10% está compuesto por superatletas y/o cachondos mentales que se toman la carrera como una broma… y lo acaban pagando). Y ya puede ser tu debut o la decimosexta vez que la corres porque al final los 42,195 km siguen ahí de imponentes para todos. Es cierto, estamos a-co-jo-na-dos (por ser ramplones, directos y didácticos). Pero… ¿Y si te digo que eso no es para nada malo y que puede jugar a tu favor? ¿Y si te digo que existe una serie de trucos del almendruco que nos pueden hacer mucho más llevadera nuestra aventura atlética y controlar los nervios? ¿Y si te digo que sale gratis (algo que es una quimera en el mundo del correteo contemporáneo)? ¿Y si vamos a ello?

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1- El pánico a enfrentarse a los 42k (y 195 metros)

Pero eso es algo que mola: Sin miedo no hay aventura. Si hemos sido medio serios (o sea, que de ese estricto plan de entrenamiento que nos impusimos cumplir cumplir al 100% al final lo lográmos en un 75%) seguro que más de una (y de dos) tiradas habrán caído para ir pillando fondo. Pero ninguna llega ni de lejos a la mítica distancia que queremos conquistar y ahí asaltan las dudas, el pánico a lo desconocido, el «¿seré capaz?». Yo te avanzo lo que tiene que llegar: 10-15 kilómetros de más iguales a los anteriores, clavados a los que entrena, mimesis de los que corres en otras pruebas. Lo único que los puede hacer cambiar son tus piernas y tu cabeza. Y eso es genial porque significa que todo está en nuestras manos.

Así que: a) interioriza que nadie en su sano juicio prepara un maratón saliendo a correr tiradas de más de 40 kilómetros como caen las cañas si las combinas con frutos secos, b) confía en la validez del entrenamiento que tú has seguido, el de saber llevar un ritmo constante y cómodo durante un rato que da para aburrirse, y c) hay que mentalizarse que, por lógica, los últimos kilómetros van a ser más duros que los primeros; se sufre, sí, pero no es un calvario si sabes correr con cabeza.

Para quitarte algunade esas eternas dudas tienes este post para debutantes (y los que no) de la Marató de Barcelona 2015.

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2- La ambición de la salida

Aunque los días previos somos un manojo de nervios (incluso la propia mañana de la carrera) si hemos preparado bien la prueba tanto física como anímicamente nos posicionaremos en nuestro cajón de salida y estos comenzarán a desaparecer (los nervios, que no las dudas) y tendremos un proceso de subidón que debemos cortar de plano para que no afecte en nuestros objetivos. Cómo llegamos cargados de energía pensamos que la meta que nos habíamos planteado se nos antoja incluso corta y que estamos con fuerzas para dar un paso más del que nos habíamos propuesto.

Pero un maratón no es una peli de acción, en el que el héroe de turno se pasa por el forro las indicaciones y acaba triunfando por hacer las cosas a su manera y detestando el plan previsto. Como cuando vas con ese punto de borrachete amigable (vamos, que se te entiende aún el 70% de las frases que sueltas) y comienzas a pensar que no es tan mala idea acabar en la cama con esa persona que sobri@ hubieras rechazado, hay que frenar ese arrojo al momento. Métete en la cabeza a que has venido, como lo vas a conseguir y como de grande va a ser tu premio, ¿a que vale mucho más  la pena asegurarlo que arriesgarse a perderlo del todo por querer rascar unos minutejos?

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3- TERROR por no acabar

Que te quede una cosa clara: Maratoniano no es solo aquel que cruza la meta sino el que tiene el coraje de situarse en la línea de salida. Por una sencilla razón: te has matado a entrenar  y hacer sacrificios por estar aquí (luego saldrá como saldrá, hay cosas que no están al alcance de nuestra mano). En esa época en que nos flipábamos con la patada de la grulla de Karate Kid o juntábamos las manos con la ilusión de hacer un kame hame ha tú sabias que el quimono te convertía de inmediato en karateka y el cinturón sólo servía para subir de categoría. Aquí es lo mismo: finalizar te da el rango de finisher, hacer marca es rubricar una estupenda actuación y vencer es gloria para unos pocos, pero el hecho diferenciador está en haberse levantado cada mañana intentándolo. Y en eso todos somos iguales.

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4- Debutar y creer que no se está a la altura del resto

Y yo te diría que nadie nace aprendido. La semana previa a la maratón es muy celebrada por ser la que tradicionalmente nos tocamos las pelotas y nos ponemos como unos cerdos para cargar energías, también por ser unos días claves para reflexionar sobre cuales van a ser nuestros objetivos, el porqué decidimos liarnos la manta a la cabeza con semejante gesta y cómo hallar el camino correcto para que todo el trabajo previo tenga su reflejo el día de la carrera.

Pero, sobre todo, es la semana para meternos bien adentro de nuestra testaruda cabeza que haber llegado hasta ahí ya es un éxito, que haberse puesto a entrenar durante varios meses, sacrificarse, madrugar, saber decir no a esa apetecible tercera ronda de mojitos, haber luchado por mantener viva la llama de la ilusión (sí, me ha quedado muy ñoño esto último) significa que estamos capacitados para hacer grandes cosas. Y eso es lo importante, el resto (el resultado) es el titular, algo que viste pero que con el tiempo se conforma con un papel secundario. Siéntete orgulloso de todo el trabajo que has realizado. Quizá no ganarás el combate (aunque yo apuesto mi dedo meñique del pie derecho a que sí) pero te darás cuenta que el dar cera / pulir cera te ha servido para dar un salto adelante del que ya no hay vuelta atrás.

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5- Las malas sensaciones

En una carrera tan larga el camino que va de la euforia al hundimiento moral puede estar en ese pequeño repecho para pasar al otro lado de la carretera o en un par de zancadas torpes e innecesarias.

Si nos hemos levantado con el cuerpo girado está claro que vamos a sufrir y será muy positivo que lo reconozcamos desde el primer momento. Así que no queda otra que adaptarnos a lo que el chequeo médico del calentamiento previo a la carrera dictamine. Puedes probar los primeros kilómetros a ir al ritmo que te habías propuesto pero a la más mínima que veas que las piernas no tiran como te gustarían deberías saber recalibrar tu actitud teniendo en cuenta que es lo importante de un maratón (probarlo con garantías > completarlo > rubricarlo). No te lo tomes como una decepción, congratúlate por saber que eres capaz de actuar con cabeza en situaciones límites y conseguir llevarlas a buen puerto.

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6- El puñetero muro golpea duro

Y te atiza porque no tuviste cabeza a la hora de correr. pero eso no significa que estés obligado que decir adiós a la carrera. La manera de salir del agujero en que nos hemos metido es bien simple: llegar con un Plan B a punto. Y ese pasa por el principio de que el triunfo es intentarlo y la gloria terminarlo, lo demás son guindas al pastel.

No dejes que el hombre del mazo dejé su archifamosa  arma para enfundarse la más mortuoria guadaña: baja el ritmo, avituállate  (no te cortes en pedir agua a los compañeros, que no rivales) y, como se dice por aquí, xino xano escuchando y mimando a tu cuerpo esperando a que poco a poco reaccione hasta una zona de relativa comodidad. Nuestro objetivo a partir de ahora pasa a ser más modesto, lo que no significa menos admirable.

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7- Encontrarse bien y creer que se puede correr aún más…

…O habrías petado vilmente. Típica duda que nos asalta en el segundo tercio de carrera. Hacer cábalas es una inutilidad semejante a gastarse más de cinco céntimos en un master de community manager especializado en Messenger. ¿Quien te dice que no hubieras petado a esa altura si hubieras forzado un poco más? Y, sobre todo ¿puedes asegurar que esas reservas no te van a hacer mucha falta para lo que aún está por avecinarse? El aspecto positivo de todo esto es que estás elucubrando, eso significa que vas genial… disfruta coñe!

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8- Verte incapaz de aguantar el ritmo de los compañeros

Porque el único ritmo que debes hacer caso es el que tú y tu cuerpo hayáis acordado para ir cómodos. Interioriza que esa no es tu carrera, la tuya trata de batallar consciente de tus propias carencias y si nos enfrascamos en luchas secundarias tenemos todas las de perder. Es importante ir recordándose a uno mismo el verdadero objetivo que nos habíamos propuesto. En el maratón un paso atrás sí que son dos adelante.

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9- El suplicio de los km finales

Piensa en todos los sacrificios que has hecho para llegar hasta aquí, ¿no vale la pena uno más para coronar una gesta de aúpa? Por supuesto, si te has metido entre pecho y espalda el triple de km ya no viene de unos pocos más. No pienses nunca en los km que te quedan por recorrer, piensa en todo lo que ya has recorrido ¿a que no está nada mal tampoco? Consuélate en que no eres la única persona que lo está  pasando canutas, el 80% de los que están corriendo a tu lado tienen sensaciones semejantes a las tuyas. Y juega con los eufemismos: un km se convierte en una recta, una subida es la previa a una zona de descanso, un frenazo en tu ritmo es una forma de buscar uno mucho más cómodo. Y sí, es momento de decirnos lo genial que somos, de darnos mimos y ensalzarnos por lo que estamos consiguiendo: certificar que sólo hace falta proponerselo para conseguirlo.

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10- ¡Lo conseguimos!

Y valió la pena, ¿a que sí?


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