En la promoción de This is Happenning, el neoyorquino advirtió que este sería el último disco de su banda, los esenciales LCD Soundsystem, dando a entender también que dejaría de funcionar tal y como los conocíamos hasta ese momento. Y el pasado mes de abril, tras una serie de intensos y emotivos shows celebrados en el Madison Square Garden, dio carpetazo a una formación que se ha convertido en diez años y con tan sólo tres (pero qué tres) discos en parte fundamental de la historia de la música. Un harakiri en la cima de su popularidad.
* Aquí el link de origen
Poca gente abandona el barco justo en la cresta de la ola, con la crítica y el público totalmente rendidos. Bueno, alguien siempre ahí. Pero suele ser aquella que le consume el ego o los demonios interiores. De esa gente hay ejemplos a puñados que se pueden resumir en dos casos concretos: a) Líder de banda X aprovecha un momento dulce para probar en solitario, siempre con la excusa de “esta era la música que realmente quería hacer”; suele ocurrir que sólo él es capaz de ver las cualidades artísticas de la oferta; b) Los miembros de la banda X han acumulado tantos malos rollos tras varios años de convivencia y diferencias artísticas, que estos acaban estallando y quebrando la salud de la formación; cada uno forma su grupo y acabando en la mayoría de casos pareciendo un refrito del original. En ambas situaciones ocurre una situación curiosa: con el paso del tiempo acaban volviendo al redil en una versión menor de sus días de gloria.
Pero en ninguna de las anteriores opciones se puede asignar al autor de la celebérrima Daft Punk is Playing at my House. La relación con el resto de miembros de su banda no debía temer por caprichosos fogonazos de codicia juvenil (Murphy empezó en serio en esto de la música entrando en la treintena) y su ambición personal nunca ha estado en ser una estrella. Es más, las incomodidades que genera serlo, muy a su pesar, fueron determinantes para desactivar la formación neoyorquina. Artista polifacético, culo inquieto y aventurero por naturaleza quería cumplir muchos sueños, quizá demasiados para que tuviesen espacio en el reloj biológico de cualquier persona.
Vivir y disfrutar de la música, hacer bailar a la gente, crear su propio sello (DFA Records), producir discos, aprender de otros músicos y poder aportar su granito de arena en otras formaciones. Todas esas metas se fueron materializando con la lógica práctica del paso a paso. Sólo faltaba el cénit de cualquier chaval que ha mamado música toda su vida: la de crear su propia banda. El problema fue que ese grupo era ni más ni menos que LCD Soundsystem, una formación sobre la cual giró toda una escena musical. Un monstruo que acabó consumiendo al propio Murphy.
La mecha se encendió con Losing my Edge, un single/himno/berrinche que supuso toda una declaración de principios y en la que dejó un par de cosas claras: que él estaba ahí antes de la histeria, y que amaba toda la música que le hiciese vibrar, tanto como para enfrentarse con aquellos que sólo deseaban aprovecharse del momento. Una sucesión de producciones con voz y voto (‘Yeah’, ‘Give it Up’) acompañados de un directo arrollador acabaron por consolidar the next big thing. No tenían aún un disco en la calle que ya se los rifaban en la mayoría de festivales. LCD era sinónimo de descarga de adrenalina, desenfreno y baile.
The Rapture o !!!, referencias ineludibles de la última década.
Y en 2005, con la salida de su álbum homónimo, se convertirían en la referencia de toda la escena dance punk de Nueva York, esa ciudad que ama pero con la que mantiene una relación complicada. Una escena en la que asomaban grupos de la talla dePara esa época LCD se había convertido en un fenómeno tal que destrozaba cualquier atisbo de grupo inflado por el hype, de tal magnitud que consumía la mayor parte del tiempo a su creador. Todas las demás facetas dentro de la música que no fueran alimentar a ese monstruo quedaron progresivamente relegadas, hasta que llegó un momento en que LCD Soundsystem esclavizó de alguna manera a su propio líder, tanto en lo discográfico (como se constató en el más esquivo Sound of Silver) como en lo físico, con una serie de tan enérgicas como agotadoras giras que les hicieron patearse medio mundo.
Mientras, el capo de DFA iba contemplando como pasaban delante de sus narices un montón de oportunidades perdidas: colaborar en el nuevo disco de Arcade Fire, crear algo junto con los hermanos Dewaele (2many DJs, Soulwax, sus remixers pseudo oficiales), producir a nuevas bandas que iban requiriendo sus servicios… Y volver a ejercer un rol protagonista como DJ, una faceta que había quedado relegada a mera anécdota en los escasos tiempos muertos que conseguía arañar de su banda.
Se dio cuenta que con LCD no estaba disfrutando todo lo que realmente quería. Y entonces decidió echar el cierre, sacrificando a la vaca mayor, eso sí dándole un honroso funeral en forma de gira de despedida que tuvo uno de sus puntos álgidos en su doble actuación en Sónar 2010. Un directo que quedará grabado en las retinas, especialmente aquellos que abarrotaron el inmenso Sónar Club para ver como Murphy, Pat Mahoney y Nancy Wang ase despedían de todos sus seguidores de la única forma que saben: arrollando.
Este año James Murphy vuelve al festival de música avanzada (es un habitual del certamen barcelonés desde que lo pisara por primera vez en 2003), de nuevo haciendo doblete en la Ciudad Condal (17 de junio) y en su cita paralela gallega (18). Y lo celebrará con una sesión en la que muestra que, aunque importa la técnica, lo esencial es tener una buena maleta de discos. Y la suya es simplemente inmensa e inteligente, lo suficiente como para no caer en el error de obcecarse en tener en exclusiva el último bootleg revienta pistas y saber encontrar tesoros de todas las épocas de la música contemporánea. Del funk setentero de George Clinton, al post-punk de Siouxsie & The Banshees o Talking Heads, la electrónica seminal de Kraftwerk o la más actual de Daft Punk, todo cabe para levantar el ánimo de los que aún siguen de luto por la defunción de LCD y los que no caen en añoranzas y esperan deseosos el próximo paso del inquieto y extraño James Murphy.