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El voluntario no es tu sirviente

Voluntarios carreras

Partamos de esa frase que de tan manida ya parece que esté menos preñada de verdad (aunque siempre es matizable): Una persona que es agradable contigo pero trata mal a un camarero no es una persona agradable. Pues bien, cambia camarero por voluntario y te darás cuenta que también en el mundillo de las carreras populares puedes encontrarte a gente de lo más molesta que aboca su furia con el menos indicado.

Es algo que ocurría antes, sucede ahora y pasará en un futuro, pero es quizá actualmente cuando más se deja notar: somos más, por lo tanto, se incrementa el número de corredores con los que vale la pena compartir km y también el de cafres a los que nos encantaría dar boleto. Siguen siendo pocos, muy pocos, pero son la mar de ruidosos.

Siempre he creído que correr no te hace mejor persona y que correr más no te impulsa en esa imaginaria escala de valores. Lo que hace ganarnos el aprecio del resto de la gente es cómo actuemos en cada situación que se nos plantee delante nuestro, y el caso de los voluntarios es paradigmático: una figura apreciada y reconocida cuando todo sale de cara y, a su vez, el eslabón más débil y el saco de las hostias cuando las cosas se tuercen.

No se trata de aplaudir la infalibilidad del voluntario ya que, como cualquier otra persona, está igual de predispuesto a caer en el error y/o la desgana; se trata de ser conscientes y valorar que está allí sacrificando horas de sueño por convicción y vocación (muchos se habrán levantado antes que nosotros, algunos sin pegar ojo liados con los preparativos, y volverán a casa bastante después), que en la mayoría de los casos es un tributo no pagado monetariamente (esto da para otro post en el que aún no tengo clara mi posición: hasta qué punto el voluntariado debe ser partícipe de aquellos negocios con clara vocación lucrativa para abaratar costes), y que su papel es determinante para poder tirar cualquier evento deportivo adelante. Sin voluntarios no hay carrera, es así de sencillo. 

¿Te imaginas que cada vez que en una carrera no consigues cumplir con tus objetivos alguien te lo echase en cara? ¿a qué te parece ridículo? Y es que lo es, correr es solo transcendental de puertas adentro, o sea, solo para tu orgullo personal. Y lo mismo pasa con los voluntarios: criticar agriamente (porque siempre hay maneras y maneras de señalar los errores) sus supuestos fallos, y los que no lo son, sin ponerse antes en la piel del otro (¿actuarías igual si fuera una persona cercana que aprecias o un eslabón superior en la escala laboral?) solo consigue demostrar lo cretinos que podemos llegar a ser a veces por auténticas nimiedades.

No digo que tengamos que ser perfectos, todos tenemos nuestros defectos y la capacidad de retractarnos y pedir disculpas, sencillamente es importante no dar por hecho que podemos usar a ciertas personas a nuestro antojo. Cuando un voluntario se tiene que negar a hacer un cambio, cuando no te puede servir dos de esto, cuando está diciendo que no puedes pasar por aquí, no te está inquiriendo por un capricho suyo, sencillamente están cumpliendo órdenes de una entidad superior, el organizador, que es a quien deberías abocar tu queja (y que en contadas ocasiones, no la mayoría he de precisar, les va bien así ya que les sirve de cortafuegos y desentenderse de posibles malas praxis).

Esa gente no es que sobre en el atletismo, sobra en cualquier ámbito de la vida y las relaciones sociales. Pero hay que convivir con ellos. Y a nosotros solo nos queda evitar caer en sus mismas prácticas y, en algunos casos, reprenderles su actitud cuando se apoyan en el abuso. Y para eso solo hace falta un poco de empatía. Seguro que no es de tu agrado que te griten al más mínimo despiste que tengas ejerciendo una responsabilidad, que te culpabilicen cuando tu estás ejecutando una serie de órdenes de más arriba, o tener que tragarte el orgullo y poner semblante conciliador por cumplir con esa gran falacia de que el cliente siempre tiene razón. No, el cliente solo tiene la razón cuando demuestra con hechos que realmente está en lo cierto.

Lo que se lleva un voluntario para casa, más allá de los detalles que el organizador tenga con ellos, es la gratitud de los corredores. Recompensarlos con gritos o tratarlos con el desdén altivo que algunos demuestran con las chachas es no entender de qué va esto. Pagar una inscripción te da derecho a una serie de servicios y obsequios, y el tratar como sirvientes a los voluntarios no está entre ellos. Y es que el respeto no se conquista con dinero sino con tu forma de tratar al resto de la gente.


*Gracias a Esther Pinehiro por la idea de la foto de cabecera.

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