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Hoy no he ido a una carrera, hoy he ido a la Cursa de l’Amistat

CURSA CURSA AMISTAT 2015 A EXAMEN

Las mejores cosas de la vida no son cosas («Això fa pensar», se escuchó ayer). Del mismo modo, las mejores carreras no son carreras, son las experiencias que asocias a ellas.

Y es que para que una carrera sea fabulosa no hace falta que te inunden a regalos, que avancen tecnológicamente para que todo lo tengas a mano o que te pongan el babero y te hagan el avión con la cuchara para darte de comer. Solo es necesario que se de una comunión que en muy contadas ocasiones acaba cristalizando:  el amor del que la crea, la entrega de los que ayudan a que este milagro se produzca, el cariño en  la respuesta de los que la disfrutan y son conscientes que esto es algo que hay cuidar como si fuera un hijo propio.

Eso es la Cursa de l’Amistat, un suerte para todo el que quiera darle la oportunidad y tenga un pelín de fortuna para conseguir uno de sus tan deseados dorsales, una carrera de las de antes que no podemos dejar que desaparezca. Porque es necesaria, y no por invalidar al resto de oferta más pirotécnica y competitiva (y en su concepto, también disfrutable), sino sencillamente para recordarnos que a veces nos obsesionamos tanto por detalles superfluos que acabamos olvidándonos el por qué estamos reunidos aquí.  Esa necesidad de que los cubiertos estén en el lado correcto de la mesa para olvidarnos que lo importante no es ni tan siquiera el menú, lo que le da sentido a todo es el hecho de compartir mesa.

Porque a veces es necesario que te recuerden que el elemento primordial de correr es el de llegar de un punto a otro y si puede ser, en buena compañía. Eso pasa aquí, una reunión de amigos en la que muchos de ellos ni se han saludado en su vida pero que al llegar al castell del Montjuïc saben que algo les une. Una pasión por hacer algo tan sencillo que ningún libro hasta ahora ha sido capaz de explicarlo. Porque no se escribe, hay que sentirlo.

Y es normal. Porque ya me dirás en cuántas carreras te encontrarás en la que los que no han tenido la dicha de regalarse un dorsal se ofrezcan a hacer de voluntarios, que haya gente que se pegue el madrugón de su vida para pasar frío en la cima del Tibidabo con la misión de retratar la alegría de los que han conquistado la montaña, o que muchos decidan que hoy es el día en que la misión no es llegar antes que nadie a meta sino en hacerlo con el máximo número de amigos.

Ya me dirás en cuantas carreras la línea de salida (imaginaria) la determina la voluntad del propio corredor, el sorteo se convierte en una divertida fiesta que muy pocos quieren perderse a pesar de que estés tiritando, o se tiene el detalle de ceder un dorsal especial para un veterano corredor que decide celebrar su cumpleaños justo en esta carrera.

Ya me dirás en cuantas carreras te recogen por el camino con la furgoneta para ahorrarte ese viaje a pie hasta la salida, la línea de meta es un «ya puedes frenar aquí», o te piden que traigas agua y dulces para repartir entre todos los corredores.

Pues en muy pocas, la verdad. Y eso es algo que espero que no se pierda nunca. Correr por el simple placer de correr.

Hoy no he ido a una carrera, hoy he ido a la Cursa de l’Amistat que es mil veces mejor que eso.

RELACIÓN CALIDAD/PRECIO: 10

MI NOTA*: 10

*POR SUPUESTO, SUBJETIVA A MÁS NO PODER Y VARIANDO SEGÚN LA OPINIÓN DE TODOS VOSOTROS.

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Fotos de la cursa de l’Amistat 2015

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Álbum de fotos de la Cursa de l’Amistat

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