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¿Vive el running inmerso en una burbuja?

BURBUJA RUNNING

Que el running es un fenómeno social que ha traspasado el territorio de la moda pasajera para arraigarse en el de la cultura popular es algo que creo que ya está fuera de toda duda. Y que la burbuja que se está formando alrededor es tan inmensa que hay peligro de que por una serie de decisiones disparatadas acabe pinchando es un temor que acecha ahí mismo. Quien sabe, quizá se repite los mismos errores que llevaron a los festivales musicales a darse una hostia de las buenas hace unos años (algunos aún siguen todavía en estado de shock).


 

Un fenómeno social es una oportunidad de negocio

El primer gran error es pensar únicamente en clave económica: tanta gente sale a la calle a correr, tanta gente acudirá a mi evento y, sobre todo, tanta gente se dejará pasta en él. El si están triunfando seguro que hay hueco para uno más es un argumento que se viene abajo en el momento en el que son más de dos los que lo formulan. Pero ahí estamos, todo el mundo quiere exprimir una teta que ya muestras síntoma de agotamiento (varías carreras canceladas por falta de participación y un buen montón que no han cumplido expectativas).


 

Siempre hay algún alcalde pardillo a quien tomar el pelo

No hay rédito político a corto plazo más jugoso que el de organizar un evento por y para los ciudadanos de tu pueblo. Y una carrera popular tiene mucho de eso, en pocos meses te tienen montada una prueba atlética con acto rimbombante de presentación y disparo de salida incluido en la que el aguacil puede hacerse la foto de turno. A la caza de votos con lo que haga falta, o sea, con tu dinero. Si antes perdían el culo con el artista de relumbrón, el festival musical con alcohol de garrafón a precio de caviar o la ruinosa infraestructura firmada por un megalómano arquitecto, ahora toca con las carreras populares. ¿El tonto y el lápiz? Pues cámbialo por alcalde y carrera popular.


 

Toca abusar de subvenciones públicas y favoritismos

…O quéjate amargamente de que se las han dado a otro organizador y no a ti , el término competencia desleal se creó para que se hiciera un uso torticero y demagogo de él. Ahora es el momento de comenzar a sacudir los bolsillos del erario publico. ¿Podrías sobrevivir sin la necesidad de esas ayudas? Posiblemente, pero eso requiere un esfuerzo y riesgo económico del que no se quiere uno responsabilizar. Dinero fácil, negocio seguro: beneficios privados, deudas a cuenta del estamento público. Y como medida de presión siempre se puede amenazar con marcharte a otra localidad o, el caso contrario, que se ayude a poner las trabas burocráticas necesarias para que otras pruebas desistan en el intento de instalarse en el mismo emplazamiento.


 

Aterriza gente sin vinculación con el sector o inexperta en la gestión

Organizadores de eventos masivos con cierta solvencia pero cero experiencia deportiva que se adentran en territorio comanche, marcas comerciales sin ninguna vinculación con el atletismo que usan el running como plataforma para promocionar sus productos y campaña de imagen (la vida saludable y todo lo vinculado a la superación personal siempre vende), deportistas y profesionales del atletismo que saben las necesidades de los corredores pero no tanto como cristalizarlas, o individuos que se han calzado las bambas hace tres días y piensan que montar una carrera es una tarea fácilmente gestionable, algo parecido a esos cabezas huecas que salen en el programa de Chicote y piensan que «en España un bar siempre funciona». Si son medianamente listos, unos y otros se acabarán asociando para sacar adelante una carrera que equilibre el provecho económico con la satisfacción del corredor. Pero no siempre sucede.


 

¿Funciona? Sube el precio y multiplícate

Una lectura desafortunada que se suele hacer a la hora de interpretar los resultados de un evento que se aprovecha de un fenómeno que aún está en ciernes es que si la gente al final paga es porque realmente le interesa: a veces esa gente apoquina porque aún no es consciente de si el montante que está desembolsando es justo o no y si el resto de la oferta se mueve por esos mismos números. Se asume que porque se haya interesado a un número mayor de la población ésta está dispuesta a participar cueste lo que cueste. Subimos el precio, comenzamos a tintar el calendario de celebraciones deportivas antes que otros ocupen ese hueco, apretamos las tuercas con las inscripciones… hasta que se acaba pasando de rosca.


 

¿No estás seguro de que vaya a funcionar? Dobla la apuesta

Lo que parecía dinero rápido y fácil, ahora ya no lo es tanto al aumentar la competencia o al comprobar que se ha efectuado una lectura totalmente errónea del futuro resultado que creíamos que nos iba a deparar nuestra aventura. La única manera que se les ocurre a algunos organizadores de resolver este entuerto es aumentar el dispendio para diferenciarse del resto, pero casi nunca ese desembolso está enfocado en mejorar el trato y la experiencia del corredor sino en servicios totalmente superfluos como pagar a golpe de talonario a estrellas para que se paseen y, sobre todo, en una campaña de publicidad que sepulte mediáticamente al resto.


 

Obliga al resto a caer en la misma espiral destructiva

Para no desaparecer hay que forzar a que la competencia responda con las mismas cartas, que acepte el choque de trenes y acabe cometiendo los mismos errores. Varias clásicas muerden el anzuelo y deciden aliarse con grandes marcas para dar un salto hacia adelante, a algunas les sale bien la jugada (aumentan o mantienen participación sin perder calidad) pero muchas se quedan a medias, en un quiero y no puedo, un pan para hoy y hambre para mañana que les sitúa al final al borde de la desaparición. Otras, en cambio, prefieren mantener su personalidad y depositan todas sus esperanzas en que los fieles de siempre mantengan su confianza en ellos, que esos cuernos sólo sean una cana al aire de ida y vuelta. Todos acaban perdiendo algo mientras se libra la batalla.


 

¿El negocio no da para más? Pisa a la competencia

Te das cuenta de esta certeza tras asimilar una realidad: que la gente se haya apuntado de forma masiva a la práctica del running no significa que esté interesada en participar en carreras populares, al menos no de forma regular. Así que no queda otra que retirarse o luchar por conquistar la máxima porción del pastel, esto es: mirar de eliminar a la competencia haciendo coincidir en el calendario las pruebas (no tiene por qué ser el mismo día, solo hace falta ubicarse en una fecha lo suficientemente cercana para que al potencial cliente no le de tiempo físico y económico a recuperarse), bajando un poco los precios y mucho más los servicios y jugando con los números rojos para que el contrincante al final tenga que dar un paso atrás.


 

¿Los números no salen? La mentira al rescate

Se inflan las cifras de participación final, se regalan entradas a diestro y siniestro, o se reparten notas de prensa hablando del número de inscritos pero no del número de corredores que realmente han participado en la carrera. En la agonía final, algunos grandes festivales musicales abrían puertas a medianoche para colorear con cabezas humanas la foto que saldría al día siguiente en los medios y jugaban con el lenguaje al dirigirse a ellos (y aún se hace): «100.000 personas en tres días» en lugar de «100.000 visitas» (omitiendo que la mayoría repite todas las jornadas) .


 

El resultado es… incierto

Es probable que algunos que lo intentaron con buena fe y mucha ilusión fracasen estrepitosamente, otros que quisieron dar un salto adelante y no les funcionó deban dar un paso atrás y esperar que la gente que una vez estuvo allí continúe. Las pruebas pequeñas que prefirieron no entrar en el juego deberían en principio ser las que saliesen menos escaldadas, las que antepusieron el trato al corredor por un precio justo o directamente sin la necesidad de un beneficio económico personal tiene más visos de asentarse (ya lo hacen gracias a recoger a toda esa gente que ha salido asqueada de sentirse parte más de un show a precio de caviar que de una carrera popular). Algunos de los grandes eventos seguirán triunfando gracias al buen boca/oreja (hay pruebas masivas y caras que gracias a su carisma y gran organización siguen siendo un éxito, Behobia es la que a muchos nos viene a la cabeza), otros lo conseguirán al hacer que su altavoz se escuche más alto que el del resto. Los buitres, que jamás tuvieron otro interés en el mundillo que el de sacar un provecho económico sin importar cómo, depositarán sus garras en otro sector tras exprimir la burbuja del running. Y muchos se darán cuenta que no por hacerlo bien el resultado será el deseado: la coyuntura y una pizca de suerte siempre son necesarias.

Una purga que puede llevarse por delante a aquellos que no supieron resguardarse a tiempo. Y luego… luego ya veremos, siempre nos queda la calle.

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