Corredor. De profesión, dar la brasa

Hay algo en esto del correr que une a todas las generaciones enfrentadas por la supremacía del discurso moral, a los ya abus (los de el grunge era riesgo de verdad y Rosalía un producto; los de los videojuegos ahora son un paseo; los de nosotros teníamos parques que eran auténticos campos militares que cercenaban vidas y ahora a los niños se malcrían en una fantasía de columpios teletubbies), a los millenials hipotecados en la vida real y de lujosa vida ficticia en Instagram, y a los zetas aprisionados con el toque de queda y de nulas perspectivas económicas y sociales con el Ok, Boomer en la punta de la lengua como arma arrojadiza para los que pintan canas.

Y no es, aunque parezca lo contrario, por el acto en sí mismo de atarse las bambas y arrastrase por las montañas y las calles, sino porque luego puedes ir alardeando de tus aventuras desafiando incontables peligros. Esta tradición milenaria se mantiene enraizada entre nosotros gracias al ejercicio del running y es totalmente intergeneracional ya que de cansinos lo somos de nacimiento. Y con todos sus excesos hoy toca a hablar de las consecuencias de dar la brasa a la gente que nos rodea…

Antes de comenzar, una duda: ¿Quién da más la brasa, el que lo hace o el que habla de los que lo hacen? Con esta duda, que me deja a mí particularmente en bastante mala posición, te paso a relatar cómo, cuándo y por qué está bien o no dar la chapa, versión corredor popular. Salud.


Compañeros de entrenamiento

Ellos mostrarán entusiasmo e interés, más que nada porque están deseosos también de poder contarte sus batallitas. No te fíes de ningún discurso que incluya alguna frase del tipo «No estoy en forma» o «Haré una mala carrera». Eso es el equivalente atlético a «El examen me ha salido fatal, seguro que suspendo» o «Me encanta estas cortinas que estropean esas maravillosas vistas de tu piso». Yo los divido

  • El novato: Fácil engatusarlo y venderle tus mierdas como si ya fueras un pro y fácil que te engatuse porque sabes que a poco que le des pábulo mirará de dorarte la píldora como rito de integración y de vez en cuando te soltará un «joder, que bestia eso de completar tal pluscuamperfecto reto, eso está al alcance de muy pocos» (NdR: solo de los 10.000 que participaron alguna vez en el mismo reto).
  • De tu mismo nivel: Los Spiderman señalándose entre ellos, una batalla de gallitos que al final desencadena en esa cultura de la empatía de las frases manidas y aceptadas para cada contexto. Una biblia de enunciados: si te lesionas hay un «ánimo, de estas saldrás más fuerte», si haces marca «estás más fuerte que el vinagre», si no das ni una… pues cachondeito bien entendido. Os necesitáis y lo sabéis. Más que nada, porque nadie más os acepta.
  • Los veteranos: Ojo a estos, que a la más mínima te sueltan lo de que «nosotros corríamos con camiseta de algodón y un casio», mientras pierden el culo esperando las nuevas vaporfly. Son Old School de tobillo para arriba y unos brasas de cuidado marcando con tiza en el suelo la línea divisoria entre el buen y mal atleta. O, mejor dicho, entre el runner y el corredor como ellos quieren hacer siempre prevalecer.

Compañeros de curro, de asociación o de estudios

Te escucharán porque no tienen nada mejor que hacer y, sobre todo, ningún modo de huir. Aquí deberías comenzar a ser consciente de que quizá existe gente a la que se la repampinfla eso de correr.

Pero, del mismo modo, puedes contraatacar: a ti también te la suda cuando se visten de tertulianos para soltar soflamas de baja estopa sin ton ni son como loros enjaulados; el último vídeo a bocajarro de los peques vomitando la papilla y donde debes forzar la sonrisa vaya a ser que el instinto los tengas perdido y se vislumbre un psicópata en ti; la última hora de esos fichajes galácticos que nunca acaban de cristalizar porque como tú, ellos y los demás, todos somos humo y vendemos ilusiones para soportar nuestro gris día a día; y ese jodido tik tok que produce entre vergüenza ajena y ternura. Así que, oye, que también ellos apechuguen con nuestras neuras runneriles, al menos como venganza.


Familia

Aquí es muy necesario dejar constancia de los dos fenómenos que te vas a encontrar porque tú lo decidiste así (que no vengan luego los lloros).

  • Familia con el virus del running circunscrito a ti: Ya puedes dar la chapa todo lo que quieras que les entra por una oreja y les sale por la otra. Pero siempre se les queda en una parte del occipital alguna pulsión neuronal por la que acaban  regalándote otra camiseta técnica más  (la corbata de los runners) para el día de tu cumpleaños o Navidad.
  • Familia con el virus del running desatado en todos sus miembros: O sea, esa estirpe deportivo sociológica en la que se obliga al vástago a ponerse a hacer salidas conjuntas cuando ella o él siempre han sido más de skate (luego se os sube a las barbas corriendo más rápido que vosotros y ya tenemos el drama doméstico y un centenar de achaques lumbares asomando) y a la pareja a atarse las bambas para poder dar validez jurídica a que vuestros findes sean en esas ciudad donde casualmente hay una carrera y no en tristes paseos y reuniones hacia la nada absoluta. Importante saber el papel de cada uno para mantener la armonía en el hogar, que si no esto acaba como la batalla por las habitaciones según la recepción del wifi.

Organizadores de carreras

Ellos no tienen la culpa, pero son a los primeros que vas a pillar nada más acabar una carrera y, claro, vomitar a bocajarro tus experiencias con un lenguaje atropellado y difuso. No es su trabajo escucharte pero pondrán buena cara como hacen también las azafatas de vuelo. Escuchar la misma historia centenares de veces supongo que debe ser algo parecido a tramitar quejas de usuarios cuando se hace la declaración de la renta. Sé solidario y espérate cinco minutos para reunirte con los del apartado 1, 2 o 3.


Chico/a que te gusta

A no ser que también sea un/a yonqui de quemar suela (o que realmente tenga menos que contar que tú y se crea que lo tuyo sí que es una aventura, como vendiste en su día por Tinder) es altamente contraproducente soltar tus clásicas parrafadas como parte de tu CV de ligoteo. ¿O no te acuerdas que lo importante es hacerles sentir a ellos y ellas importantes? 


Algunos vendedores de soluciones mágicas deportivas

Aquí puedes dar rienda suelta a la lengua, pero siendo consciente que tiene un peaje que mira directamente a tu tarjeta de crédito. Así que mide muy bien cada palabra de lo que digas porque es cierto que eres amigo, pero aún más cliente cuando ven el espíritu consumista reflejado en tu cara. Casi te sale más a cuenta una llamada a un tarot de madrugada.

  • «El otro día subí a esa cima»
  • «¿Ah, sí? ¿Y lo hiciste sin una bamba con suela de loctite y un mantecado chafado que vendo a precio de caviar? Cuéntame más 🙂

Los atletas Pro y/o los campeones de barrio

Quieras o no, al final nos volvemos unas groupies de aquellos que destacan en esas actividades en las que a nosotros nos molaría triunfar.  Creemos que si son capaces de alcanzar tan loables gestas su actitud moral estará en consonancia. Pero, aunque en el running se estila el buenrollismo y la cercanía entre populares y semi profesionales (para eso compartimos el mismo espacio), siempre hay una distancia que se va acrecentando en paralelo al ego del héroe o, todo hay que decirlo, al haterismo sobrevenido del inicialmente adulador. Suele ocurrir también que es inversamente proporcional al tamaño del cerebro de cada uno de ellos.

Si tienes suerte, te escucharán y haréis migas. En otros casos te darán un consejo random y te motivarán con alguna frase típica de libro a 9,95. Ahora, si te toca el capullo de turno, te despachará rápido con un «tengo prisa» de esos que escuecen. Y duele, sí, pero más le dolerá a él cuando le hagamos el cambiazo con el tarrito de la orina.


Señores mayores que dan paseos y te tienden trampas

Suelen ser ellos los que dan el primer paso con alguna frase ocurrente del palo «tanto correr, ni que fueras una gacela». Oficialmente se abre la veda. Es un confrontación de alto nivel. Sus batallitas maceradas durante décadas en barriles de nogal añejo contra las tuyas, más nuevas pero con el afán de explosionar como los buenos espumosos (que no salten las alarmas, lo mío no es la cata de vino, sino simplemente consumirlo). Va a ganar él (la experiencia es un grado), pero siempre es una buena referencia de hasta que punto puede llegar el nivel de incordio que puedes provocar con tu speech.


Tus vecinos

Aquí te la juegas del todo. ¿Qué necesidad tienes de dar la brasa a los pobres del 2ºB si sabes que cuando cierren la puerta de su piso van a ponerte de vuelta y media porque aún-no-has-solucionado-el-tema-de-las-humedades? ¿Crees que así vas a eximirte de pagar la cuota del ascensor porque ahora tú subes por las escaleras?  Olvídalos. Los vecinos cuanto menos se sepa de ellos mejor. Y si te los encuentras en alguna carrera lucha a muerte contra tus endorfinas, un saludo y basta.


10· Enemigos reales o imaginarios

«Yo es que soy muy buena persona, no los tengo. Me llevo bien con todo el mundo». Genial por ti, que ya ingresas en el club de la Madre Teresa de Calcuta, Jacinta Arden y Andrés Iniesta.

Te guste o no, la necesidad imperiosa de vivir nos obliga a pelicular nuestras vidas, crear una némesis con el cual en un mundo épico y pluscuamperfecto tuviéramos nuestro combate final. No hace falta que oficialmente sea tu enemigo, ni tan siquiera que sea mala persona (aunque a ti te lo parezca), también se le puede bautizar como ese tipo que se te cruza y no sabes por qué. El comentar tus aventuras runners a un personaje como este  te obligará a dar desde entonces lo mejor de ti mismo por temor a salir trasquilado si fallas, una victoria moral para él. Y eso no lo quieres, ¿a qué no?, dale donde más duele, en su orgullo.

6 comentarios en “Corredor. De profesión, dar la brasa

  1. jajajajaja David!! Te has superado nuevamente! Por lo que cuestan las sonrisas estos días… nos has hecho pasar un muy buen rato!!!

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