¿Y si no te gustase correr?

No me gusta correr

Sales del cine aturdido tras presenciar una nueva obra de arte del cine bolchevique de la que no has entendido ni papa, pero mueves la cabeza como señal de aprobación vaya a ser que te tomen por el tonto de tan selecto y sibarita grupo que os habéis reunido ese día en la Filmoteca para dejaros ver. Te inventas tan falsos como rimbombantes adjetivos para explicar las irrepetibles sensaciones que te ha provocado el concierto del nuevo hype de la semana aunque a ti te haya sonado a una broma sin puta gracia sobre el ruido de una lavadora a punto de estallar. Te fuerzas por terminar esa novela generacional que se ha pasado 500 interminables páginas, más eternas que un tacto rectal, explicándote el vacío existencial de un pavo real para después darte cuenta que no te ha contado ABSOLUTAMENTE NADA… pero, oye, lo que importa es cómo lo cuenta.

¿Te imaginas que hubiera gente a la que no le guste correr y lo hace sencillamente porque es lo que se lleva? Pues existe y están más cerca de nosotros de lo que te imaginas.

Está ahí, viéndose empujado por la presión social, sin saber cómo reaccionar ante algo que por mucho que se esfuerce en que le guste no hay manera de que le encuentre la puñetera gracia.

Y es que puede que se dejase embelesar por los cantos de sirena que muchos no se han cansado de vociferar y repetir como si fueran mantras que guardan en su mensaje la verdad absoluta. Sí, en eso somos un poco pesadetes y exagerados, pero ha de comprendernos: en la euforia no tenemos sentido de la mesura, queremos hacerle partícipe de nuestro secreto sin tener en cuenta que cada persona es un mundo, y cada mundo, por suerte, se rige por unas reglas únicas.

O, quién sabe, es posible que solo trote porque alguien que le quiere le ha dicho que es bueno para la salud y que le hace falta, aunque también lo es el aceite de ricino y a él/ella (confieso que también a mí… y, bueno, creo que al 90% de la población de bien) le sabe a rayos.

O sencillamente, no quería quedarse a defender por si solo sus propios principios, ya que dudas de que si no están apoyados por la mayoría éstos no tengan ningún futuro.

Y  se siente culpable. ¿Por qué ellos son capaces de celebrar el encanto de algo a lo que él realmente no le encuentra el más mínimo sentido? ¿Por qué no puede experimentar las mismas arrebatadoras sensaciones que la mayoría de los mortales que se calzan unas bambas? Sencillo, porque no todas las aficiones están hechas para gustar a todo el mundo.

Si lo miras en frío, hasta lo de aborrecer la esencia primigenia de correr puede tener su lógica: consiste simplemente en mover de forma repetitiva y casi mecánica las piernas con el fin de situar un pie delante del otro. El secreto está en saber en qué quieres transformarlo: en fluir (desconectar de la rutina diaria, dedicarte un tiempo a ti mismo), en competir (llegar lo más lejos posible, llegar lo antes posible) o en socializar (quedar con los colegas, contarte las alegrías y penas; el trotar por las calles le disputa cada día más el diván social a la barra del bar). Más allá de eso, que no es poco, la nada.

Que no nos extrañe ver a medio plazo un reguero de deserciones, gente que buscará la horma de su zapato en otro tipo de deporte o afición. Que no nos extrañe tampoco contemplar como vuelven a tropezar con la misma piedra pintada de otro color. Todos hemos pasado por lo mismo (¿quién me mandaría a mí apuntarme a Judo si soy un pupas?), y seguramente aún estemos inmersos en ese proceso de por vida. Son cosas de la moda, las inseguridades y una sociedad alienada que se mueve en tromba.

Para mí no hay mayor muestra de valentía que saber decir NO y ponerse a nadar contracorriente cuando la situación lo requiere. Así que repite este frase conmigo: No me gusta correr y no pasa nada. Ya encontraré mi lugar en el mundo.


* Imagen de fondo vía TS Esquirrel (Michael Yanow/Corsair).

 

10 comentarios en “¿Y si no te gustase correr?

  1. Hubo un tiempo, no tan lejano, en que todos jugábamos a squash. Ahora, ¿alguien sabe dónde hay una pista de este deporte?
    Todas las modas pasan y solo correrá quien disfrute corriendo.

    • El squash es el vivo ejemplo. También pongo otro que es indicativo de como un deporte se convierte en un acto de casta social: en la época del tocho podías encontrarte un montón de albañiles jugando a golf porque daba estatus más que porque les gustase. Fue hundirse el sector inmobiliario y desaparecer, había cosas más importantes de las que preocuparse.

      Salud, Ximo.

  2. Cuando empecé a correr me pasé un tiempo tratando de convencer a todo el mundo de que hiciera lo mismo, que era lo mejor. Y no entendia como no estaban haciendolo ya antes que yo!!! Supongo que tanta endorfina de golpe me trastorno. Luego entendi lo que tan bien cuentas en tu post y deje de dar la brasa. Esto no tiene porque gustar a todo el mundo

    • Todos pasamos por ese proceso a lo Testigo de Jehová intentando abrir el camino a los descreídos. Se produce justo cuando ya dejas de sufrir en cada salida y comienzas a disfrutar de verdad de correr. Luego ya te atemperas y comienzas a aceptar que cada persona es tan única y peculiar que lo le puede gustar a uno no tiene por qué gustarle al resto.

      Salud.

  3. Casualmente yo debo ser un caso excepcional porque a todos les digo justamente lo contrario, que ni se les ocurra empezar porque acabaran peor de la cabeza de lo que es un servidor.

    Menos mal que la mayoría me han hecho caso.

    Salud

    • Jeje, esa es otra, al final no sabes si te sale a cuenta o no (yo creo que sí en mi caso pero también reconozco que sería igual de feliz si no hubiera dado ese primer paso). El hecho de que sea un deporte donde no se siente los ‘beneficios’ al instante sirve de cortafuegos para que muchos lo dejen de buenas a primeras.

      Salud

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