Culpable de ser corredor

Minor Threat Culpable de ser corredor

Washington DC, principios de los 80. Cuatro adolescentes granudos, lechosos y enrabietados se suben cada noche al escenario para escupir en la cara su soberbia a una generación de punks que hundían el mensaje nihilista y anárquico del No Future en el pozo de las drogas duras. Vegetarianos, abstemios, autosuficientes, izquierdistas y, no hay que olvidarlo, de buena cuna, disparaban contra todo y contra todos sin pensar en ningún momento en que las buenas formas a veces son un medio más lento pero más provechoso para conseguir sus objetivos. Las metáforas nunca fueron el fuerte de Minor Threat: lo que tengas que decirme me lo dices a la cara.

En la fugaz vida de la banda que lideró Ian Mckaye y que incentivó el loable hazlo tú mismo no se salvó nadie de ser diana de su bilis, recibió hasta una fracción del colectivo afroamericano que ya finalizando el siglo XX  aún se emperraba en culpabilizar a todos los blancos contemporáneos de ser responsables de su pasado esclavista. Este último zarpazo estaba contenido en una de sus más ilustres canciones, ‘Guilty of Being White’.

«I’m sorry
For something I didn’t do
Lynched somebody
But I don’t know who
You blame me for slavery
A hundred years before I was born»

*Lo siento / por algo que no hice / Linché a alguien /pero no sé a quien/ Me acusas de esclavismo / cien años antes de que naciera

Algo parecido ocurre cada vez que sale a la palestra un nuevo caso de dopaje en el atletismo de élite (ya ni hablemos en el ciclismo) o, sin ir más lejos, cuando se ejecuta un megafichaje en el ámbito del fútbol manejando cifras que deberían llevar a la desvergüenza general: invade la sensación de que uno deba responder ante situaciones que no están al alcance de su mano, estar pidiendo perdón por cosas que uno no ha hecho.

En nada tendrás al típico capullo que ve este fenómeno de salir a correr con una mezcla de desconfianza, chanza y/o amargura (en muchas ocasiones simplemente porque no ha dado el paso) aprovechando el más mínimo resquicio para soltarte «¿Y tú practicas un deporte donde todos van hasta arriba?»

Pues bueno, sí, lo hago porque tengo la misma cercanía con Asafa Powell o Tyson Gay que con el chimpancé que te dio clases de sociabilidad.

Tener mitos está bien, no tenerlos suele ser infinitamente mejor. Mirarse al espejo de quien rompe las marcas y destroza sus límites puede que te motiven a superarte pero apostar tu confianza en personas que sólo conoces por lo que tergivesan aquellos que les dan de comer (los medios de comunicación, los sponsors y las marcas deportivas) puede ocasionar que al final acabes llevándote un chasco.

Del mismo modo que si trabajas en contabilidad siempre existirá la posibilidad de que puedas acabar metiendo tu honestidad en un sobre, de que si te compras un buen coche las señales de 120 te puedan parecer una anécdota, o que en un examen más duro de lo previsto el whatsapp se ofrezca como tu mejor aliado, la posibilidad de enmascarar resultados en el plano deportivo es una realidad que, por suerte, solo responde a una voluntad: la del individuo. Que uno lo haga no convierte al resto en villanos.

Ni me pegaré un tiro a lo Kurt Cobain porque me guste su música, ni atenderé a la gente con ese punto de desprecio y superioridad moral que estila el infame Sean Penn porque lo considere un buen actor. Pero si algún día accedo a tener mitos y quiero verme reflejado en ellos sé que no hará falta recorrer miles de kilómetros para encontrarlos, el orgullo y el genio está inoculado potencialmente en toda persona que se atreve a dar un paso (tras otro) al frente cada vez que amanece.

Be yourself. Palabra de Minor Threat.

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2 comentarios en “Culpable de ser corredor

  1. Siempre me gustó Fugazi. El movimiento Straight Edge me chocaba por quien lo defendía. Para mí el Punk Rock era otra cosa, los jóvenes podían sentirse poco reflejados en aquello. Lo de llevar dieta, no beber alcohol, hacer deporte, etc es más para los abuelos que quieren seguir moviéndose en un escenario. O para los runners. Gracias a Dios siempre quedará Keith Richards, al que no deseo que deje de beber como él no me desea que yo deje de correr.

    • Dejando al margen The Clash, el punk siempre lo he tomado como un movimiento nacido desde las clases menos pudientes, pero se echó a perder en el momento que toparon con las bondades del lujo y el exceso en las drogas. Aun así, pocos géneros han dejado tantos discos míticos en tan poco tiempo.

      Siempre he creido principal problema del movimiento Straigh Edge residía en sus fans y el integrismo desmedido que profesaban, consiguiendo en momentos el efecto contrario que buscaban: convertirse en unos ultras de cuidado… Pero como bien has dicho aun hay gente que guarda la esencia añeja del ron y el Whiskey, el señor Richards y toda esa generación de los 60/70 que siempre vivieron el rock como un viaje vital sin punto de retorno.

      Salud.

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